Al reflexionar sobre el significado de la derrota del intento de golpe de Estado en Nicaragua en 2018, es fácil olvidar el contexto regional en aquel fatídico momento y enfocar solamente sobre los terribles acontecimientos en el contexto nacional. Pero es importante también recordar siempre que las élites gobernantes en Estados Unidos y sus aliados locales en la región seguían en ese momento y siguen constantemente esforzándose para sabotear y si fuera posible revertir los procesos de emancipación de los pueblos de la región que habían cobrado fuerza desde 2006. En 2018, corruptos gobiernos derechistas aliados de Estados Unidos dominaban la mayoría de América Latina y colaboraron estrechamente, especialmente para ayudar al gobierno del Presidente Donald Trump intensificar su criminal guerra híbrida contra Venezuela y el bloqueo contra Cuba.
Solo Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela mantenían viva en ese período la visión de una integración regional soberana para promover los intereses de las mayorías. El derechista Sebastián Piñera había ganado la presidencia en Chile. En Argentina, Mauricio Macri y sus compinches iban profundizando la crisis económica del país, buscando un corrupto arreglo con el Fondo Monetario Internacional para favorecer los intereses financieros de la oligarquía nacional. A pesar de sus bajísimos niveles de apoyo popular, Michel Temer en Brasil y Lenin Moreno en Ecuador supervisaron la implementación de políticas neoliberales contra sus pueblos a la vez que sus aliados en el sistema judicial abusaron del sistema de justicia criminal para atacar a sus rivales políticos progresistas.
En Colombia Ivan Duque actuaba para impedir de manera sistemática la implementación de los Acuerdos de Paz mientras murieron asesinados cada mes decenas de dirigentes comunitarios y ex-combatientes de las FARC que habían acogido la paz. En Perú por motivo de sus amargas disputas políticas intestinas, la oligarquía nacional manipulaba el sistema judicial y legislativo para mantener el país en una permanente crisis de gobernabilidad. En Paraguay, el corrupto gobierno de Horacio Cartes estaba llegando al fin de su período. En Uruguay, el gobierno del Frente Amplio de Tabaré Vasquez también llegaba al fin de su período gravemente dañado por falta de apoyo popular y la renuncia forzada de su Vice Presidente Raul Sendic.
Todo esto pone en relieve los acontecimientos de 2018 en Nicaragua y revela su doble aspecto. En un sentido se trata de otro ataque más del imperio buscando mantener la Doctrina Monroe y su acostumbrado dominio y control regional. A nivel doméstico se trata de un episodio más en la interminable guerra de clases de parte de la oligarquía nacional que insiste en querer mantener su privilegiado estatus dominante en relación a la mayoría desposeída. En un sentido amplio, el intento de golpe de 2018 en Nicaragua representa otro momento del despiadado asalto de las élites occidentales sobre la idea del Estado Nación que es la principal defensa de los pueblos contra la depredación de las grandes corporaciones transnacionales, lo cual es la esencia de la globalización.
Entonces se puede ver el fallido intento de golpe de Estado de 2018 en Nicaragua de diferentes perspectivas. En parte fue una batalla popular contra un retroceso político, social, económico y cultural hacia el pasado. A nivel interno, una minoría reaccionaria hizo alianza con los poderes extranjeros porque no tuvo la fuerza política o el apoyo popular para imponerse. A nivel externo, Estados Unidos insistió en su imperativo de control regional para intervenir y forzar un cambio de gobierno que favoreció sus intereses. Así que lo que pasó en 2018 repetía los patrones históricos del país que han persistido desde el tiempo de William Walker, de la Nota Knox y el Tratado Chamorro-Bryan hasta el Pacto de Espino Negro, el asesinato de nuestro General Sandino y la guerra contra la Revolución Popular Sandinista de los años 1980s.
Si 2018 fue una batalla en contra de un regreso al pasado siniestro de sumisión al imperio y la represión política y económica de sus gobiernos títeres, también fue una batalla para defender la prosperidad y avances vigentes en ese momento, resultado del Buen Gobierno sandinista. Pero más profundamente fue una defensa absolutamente fundamental de un futuro de verdadera democracia política y económica, de seguridad, prosperidad y tranquilidad para la población, de desarrollo y paz. Por encima de todo, fue una defensa de la futura soberanía nacional que no es solamente la base de todas las victorias económicas, sociales, culturales y espirituales del Pueblo de Nicaragua, sino también un elemento esencial del nuevo mundo multipolar o pluricéntrico en construcción.
En 2018 el pueblo nicaragüense pudo elegir entre someterse de manera pasiva a las mentiras, la violencia, anarquía y soberbia de los golpistas o actuar de manera decisiva para defender la soberanía que los golpistas y sus amos extranjeros querían arrebatarle. Por un lado, se miraba a los obispos reaccionarios, las y los fracasados políticos vendepatrias, los avaros empresarios oportunistas, a la clase gerencial corrupta de las ONGs compradas y a los criminales matones abusando de la población en los tranques. Por otro lado. la población podía mirar su propio reflejo como protagonistas del modelo revolucionario del Plan Nacional de Desarrollo Humano y Reducción de Pobreza, un plan para la paz, el desarrollo y la justicia basado en el programa histórico del Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Al paso de las semanas y meses de abril a julio del 2018, se mezclaba con los horrorosos abusos, odiosos crímenes y terrorismo generalizado del intento de golpe, el creciente rechazo popular del claro cinismo, hipocresía y falta de seriedad de parte de las y los representantes de golpismo en las sesiones del diálogo nacional. De tal manera que al final se trataba de una elección entre defender los logros del Pueblo y su Revolución o someterse a un nuevo gobierno represivo de dirigentes mediocres y odiosos patrocinado y dirigido por los Yanquis. En estos días nuestro Presidente Comandante Daniel ha resumido lo que pasó en 2018 así:
“Aquí se produjo un intento de golpe de Estado, y como era normal se sumaron inmediatamente los imperialistas históricos, los europeos, los imperios europeos, subordinados al Imperio norteamericano. Pero, gracias a la decisión del Pueblo el golpe fue abortado y las condiciones que teníamos hasta al año 2018, de estabilidad, de Paz, de seguridad, de crecimiento económico, de avance en la lucha contra la Pobreza, las hemos logrado retomar, y esto ha fortalecido la Conciencia del Pueblo y fortalece también la capacidad de defensa del Pueblo nicaragüense.”
No es un accidente que el Comandante Daniel hizo ese comentario durante una reunión con una delegación de la Agencia de Cooperación de la República Popular de China. La derrota del intento de golpe de Estado en Nicaragua ha sido un evento clave en el contexto regional y mundial caracterizado por los desesperados esfuerzos de Estados Unidos y sus aliados de destruir iniciativas que privilegian de manera estructural a las mayorías. Sufrieron otra derrota con la victoria electoral del pueblo boliviano en 2020 que revirtió el golpe de Estado de 2019 en ese país.
De la misma manera el pueblo venezolano ha derrotado en repetidas ocasiones las tremendas y constantes agresiones norteamericanas igual que el pueblo cubano. Todas estas victorias van formando con cada vez mayor fuerza una América Latina y Caribe de respeto e igualdad entre naciones soberanas en vez de privilegiar a los intereses de las élites regionales avasalladas a las élites occidentales. Por ese motivo la victoria del pueblo nicaragüense sobre el golpismo de 2018 fue un tremendo triunfo del porvenir soberano tan esencial para afianzar el desarrollo de Nicaragua en un nuevo mundo de Justicia y Paz.